Chilecito
Chilecito
Pinturera ínsula del Valle del Famatina, verde alivio de La Rioja, tierra de buena salud, Chilecito es planta y montaña que pasa, es golpe milagroso de la naturaleza en el cielo seco azul y en la tierra paridora.
Quemaduras de siestas con soles a las que le tienen miedo los pintores, porque se les acaba línea y color; alquimia nigromante de lunas y estrellas por la noche de Tapias y parrones; frescas de huertos con frutos de gustos minerales;
Quemaduras de siestas con soles a las que le tienen miedo los pintores, porque se les acaba línea y color; alquimia nigromante de lunas y estrellas por la noche de Tapias y parrones; frescas de huertos con frutos de gustos minerales;
zondas sucios y arrastrados, capaces de hacerle volver la espalda al invierno; aguas limpias, frescas, sanas hijas del amor del cerro con la nieve. Chilecito coma antigua villa de mineros que se murieron soñando entre las calenturas del oro y de la plata, es hoy ciudad de artistas, es ciudad de aledaños viñateros es presente de uvas rota y rica pero con la añeja pena vidalera de las minas.
Sus fiestas tienen sabor y hartura de muy cuanta: carnavales con chayas en las que por cinco días el agua moja por fuera y el vino por dentro; navidades salpicadas de pesebres y las mil formas de los pastorcillos; taponadas las esquinas y encuestadas las calles; patronales de distritos que mantienen con buena leche el recato y el fervor.
Este es el elogio pequeño para la ciudad que sabemos, sentimos y queremos, aunque no tengamos donde caernos muertos y aunque se nos hable de todas las bellezas de afuera.
Sus fiestas tienen sabor y hartura de muy cuanta: carnavales con chayas en las que por cinco días el agua moja por fuera y el vino por dentro; navidades salpicadas de pesebres y las mil formas de los pastorcillos; taponadas las esquinas y encuestadas las calles; patronales de distritos que mantienen con buena leche el recato y el fervor.
Este es el elogio pequeño para la ciudad que sabemos, sentimos y queremos, aunque no tengamos donde caernos muertos y aunque se nos hable de todas las bellezas de afuera.
Julián Amatte
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